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Pequena Muerte
Cuerpo Acuatico
Las gotas de agua van deslizándose por mi cabello. Caen chorros que dejan su rastro húmedo en mis pensamientos y texturas. Me envuelvo en su abrazo líquido. Me envuelvo en su fuego erótico, y me reconozco. Pasó mucho tiempo para llegar hasta el momento en que permito a la desnudez cubrirme. Estoy frente a la regadera del baño de Andrea, y solo pienso en mi cuerpo como un remolino que aprietan, estrujen, contienen, exprimen. Mi cuerpo es eso que no permite desbordarse; ni caerse, ni estropearse. Mi cuerpo representa la única perfección que conozco. Encuentro en él un mar de posibilidades, entre estrías y estrellas, entre arena y lunares. Mi cuerpo es ese templo al que quiero rezarle. Un hogar con dos piernas, el refugio construido a partir de una cabeza, un motivo para no desear vivir de otra manera. ¿Que cómo me veo? Como el paisaje de otras miradas, igual de primitivas y cercanas, igual de raras y bellas. Me entiendo como un horizonte sin tocar, oscilando en el límite existente del contacto y el deseo. De aquello que entre más lejos se ve, más bello se percibe. Me reconozco entre piel suave y carne dura, como fragmentos de sensualidades y austeridades, donde solo se necesitan trozos de vida, entre agua y movimiento. Mucho tiempo he pensado en los múltiples disparadores de llanto: joie, tristesse, colère, l’amour, la honte, le peur, désespoir, l’excitation, les amis, la famille, la vie, moi-même. Hoy me entendí con el goteo y chorro de agua, dándome besitos en la raíz del cabello y en las plantas de los pies. Acariciar mi cuerpo con una ternura húmeda, fue lo que me hizo llorar. Llorar bajo el “estoy bien, sigamos”, o el “te puedo hacer un twerkeo, solo ponme a Paloma Mami, por favor”; seguir llorando hasta que los ojos terminan por ponerse rojos. Navego en mi propia pleamar, me resbalo en la espuma de la calma, esa que me permite acariciar mis muslos, mis adentros, mis pantorrillas y pliegues. Te veo mientras me busco; te veo y solo pienso en qué momento te dejaste y viviste a merced de otros, cuando eres tu propio reino, tu propia flecha, tu propia miel cayendo de la boca para entrar a otra. Te busco mientras me deleito con lo único que tengo en este momento: mi cuerpo húmedo.
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